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Esta experiencia fue hace ya hace dos años pero me dejó una marca que aún hoy logra movilizarme.
Naoshima para los que la conocen, paraíso del arte y para los que no, misteriosa isla del Japón, me propuso un desafío a mi percepción.
Tantos años de desarrollo profesional viajando y visitando las obras más significativas de la arquitectura occidental, habían consolidado en mí un reflejo inconsciente para la observación del ARTE. Siempre pensé y sentí que el arte era abrazado por la arquitectura. Pero acá fue diferente, apenas baje del barco en esa pequeña isla japonesa sentí que estaba en un lugar diferente, la presencia disruptiva de la obra de YAYOI KUSAMA me impacto en ese pequeño espigón.

Esa calabaza gigante y colorida estaba ahí en todo su esplendor contraponiéndose cromáticamente al contexto que la rodeaba.
Al principio me impactó; disruptiva y disonante con la naturaleza potente en la que estaba implantada.

Gradualmente me invadió una segunda sensación de serenidad, observando como la obra por contraposición con el contexto, generaba una gran PAZ.

Pensé que encerraba la más antigua poesía local, la POESIA DE LOS ANTIGUOS HAIKUS del siglo XVII donde en tres líneas y por contrarios se lograba la serenidad tan buscada por el Budismo ZEN.
Esa métrica férrea compuesta por 3 versos de 5,7 Y 5 sílabas respectivamente creada por Matsuo Basho, hijo de un gran Samurai, es un gran desafío literario.

Como arquitecta especializada en interiorismo ejercito permanentemente el equilibrio de los contrarios en el diseño de objetos, layouts o edificios de arquitectura.

He logrado de esta manera sensaciones y formas a través del uso de materiales que al usuario y a mí nos den serenidad y gran alegria tan solo con visualizarlos o usarlos.
Los invito a que también ustedes busquen para su vida el HAIKU que les de felicidad. Hasta el próximo encuentro.

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